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La gota que colma el vaso

Hay cosas que no se pueden tolerar. Una de tantas es que alguien que dedica su vida a educar suelte palabrotas y maldiciones en clase. Es imperdonable. Todo el mundo estará de acuerdo con eso, ¿verdad? No debería ocurrir,  pero desgraciadamente ocurre.

Ayer hubo un caso de esos en Orihuela. La protagonista  aparenta ser educada y responsable pero…de hecho, los que la conocen, saben que se indigna con las injusticias y que se ha implicado directamente en la lucha por la mejora en la educación. Madre de cuatro hijos, optó por la educación pública, para la que trabaja y en la  que confía. Cuando escolarizó al mayor de sus hijos (2002) eligió el C.P. Miguel Hernández, no sólo por la cercanía a su domicilio sino  por el buen equipo docente de ese centro; a pesar de que el centro tenía dos aulas prefabricadas y carecía de comedor escolar, de biblioteca, de aulas de apoyo, de gimnasio, de laboratorios, de aula de informática, de ascensor, de accesibilidad para personas con problemas físicos …

Sí, lo eligió. Y ni se arrepintió ni se quedó de brazos cruzados. Desde la AMPA, junto con todos los otros padres indignados, se metió en la batalla para conseguir la ampliación y adecuación a la ley del colegio Miguel Hernández de Orihuela. Se entrevistó con concejales de Educación, inspectores, directores territoriales y hasta con el Conseller de Educación. Les escribió una y otra vez a todos ellos y al Defensor del Pueblo y a la prensa, habló en la radio…  A veces con un niño de la mano, otras con un niño en la barriga, otras tirando de carrito y muchas con todo lo anterior junto.

¿Construyeron un colegio nuevo? Sí, lo construyeron.
¿Se había acabado la lucha? ¡Noooooo!

Los alumnos de 1º y 2º de la E.S.O. que según la Ley de Educación debían estudiar en el I.E.S. Thader se quedaban en el colegio porque en el instituto no había aulas para ellos. Así que, vuelta a empezar. Y el colegio recién estrenado amenazaba con quedarse pequeño en dos cursos. Fue la portavoz de la Plataforma Pro-ampliación del Thader que formaron los padres de los colegios afectados. Y otra vez en la prensa para conseguir que los alumnos estuvieran donde correspondía.

¿Se ha acabado la lucha? ¡Noooooo!

Ahora sus hijos y muchos más estudian en un instituto,  en el que además de no tener apenas espacios comunes,  dan clases en  aulas prefabricadas o en los diferentes departamentos.

Ella sabe que se está descuidando, que debería pasar a la lucha activa otra vez para conseguir la ampliación del Thader, pero es que se deja la energía protestando también por la sanidad pública, donde las interminables listas de espera la obligan a acudir a la sanidad privada y pagar resonancias para su madre, cardiólogos para su marido, traumatólogos para su hijo…

Y encima, trabaja en la EASDO (Escuela de Arte y Superior de Diseño de Orihuela). En un edificio ubicado en un entorno paradisíaco rodeado de palmeras, en el que se pasa frío, donde las ventanas oxidadas y de cristales demasiado finos no cierran bien, donde cuando llueve hay barreños por los pasillos y en las aulas para recoger el agua de las gotera, donde el tejado es de uralita -material prohibido en la construcción desde hace tiempo-.

¿Por qué ella trabaja y sus hijos estudian en instalaciones que no reúnen las condiciones que exige la Ley?

Porque un montón de políticos, legislatura tras legislatura, han estado más preocupados por ganar dinero que por invertirlo en Educación. Porque ninguno cumple con su trabajo. Porque ninguno asume responsabilidades dimitiendo cuando hacen las cosas mal. Porque a todos y cada uno de ellos les trae sin cuidado las penalidades de los ciudadanos que les dan su confianza, que les votan y que pagan impuestos con la esperanza de tener unos servicios públicos de calidad.

Por todo esto, esa profesora, madre, hija, esposa y ciudadana oriolana sabe que no debe esperar
absolutamente  nada de sus representantes políticos.

Por eso, cuando ayer,  una compañera entró en su aula y le dijo: “Edu, lo siento. Ha caído una palmera dentro del aparcamiento de la Escuela”, ella supo que el concejal de Medio Ambiente no ha hecho un seguimiento del estado de las palmeras que rodean una zona llena de centros educativos, que la concejala de Educación no estuvo atenta a la previsión del tiempo para emitir un comunicado cerrando los centros escolares de la zona.
Por eso, supo que, aunque tenía que alegrarse porque no había habido desgracias personales, tendría que continuar trabajando y pasando frío en la Escuela y seguir pagando un coche que ya no existía.

Y por todo eso, aunque pido disculpas a mis alumnos y les doy las gracias de corazón por abrazarme mientras soltaba exabruptos, hoy también

¡ME CAGO EN LA LECHE!

Edu Grao Lidón

 

 

 

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