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FITUR y “postureo” institucional

Vuelve, como cada año, la Feria Internacional de Turismo (FITUR). Durante los próximos días veremos un extraño clima de cordialidad y concordia en el que buena parte de medios de comunicación, instituciones políticas y poderes económicos adoptarán un tono cómplice y autocomplaciente que, en algunos casos, rozará la masturbación colectiva. Todo -dirán- por el éxito turístico. Un montón de señores y señoras sonriendo hasta forzar las comisuras de los labios por encima de sus posibilidades e insistiendo en lo positiva (y necesaria) que FITUR será para su territorio o ciudad. Puede que, en su fuero interno, alguno de ellos alberguen dudas sobre la verdadera utilidad de todo ese tinglado, como un creyente en crisis de fe, pero ninguno lo dirá para no caer en la hoguera inquisidora de los chamanes del “business”. En este bendito país, ya se sabe, el turismo de masas es cosa bendita. Criticarlo puede colgarte el sambenito de “enemigo de la marca España”, condenándote al ostracismo de los herejes.

Sin embargo, cabe preguntarse: ¿tenemos evidencias claras o datos fundamentados que relacionen grandes eventos como FITUR, con el bienestar y progreso en el mundo real? Y, no menos importante, ¿estamos seguros de que ese es el modelo de país en el que queremos insistir? Vamos a condenar a nuestros municipios a pelear -como perros hambrientos por un trozo del roído hueso- por un modelo turístico que no hace más que saturar y destruir el territorio. Pueblos y ciudades que ven morir su industria y agricultura mientras comercian con su identidad para ofertarla como un producto más en el mercado global. En Orihuela, por ejemplo, Miguel Hernández es cada vez menos “poeta del pueblo” y más “logotipo del turismo”.

Todo eso, en el marco de un sistema económico donde España se mantiene como colonia del sur de Europa: el suelo patrio a disposición de grandes poderes económicos que, eso sí, exigen precios “competitivos”, algo que conseguiremos fomentando empleos de miseria. Porque, ya se sabe, lo que importa es la lógica del goteo: que llueva mucho para los de arriba, que algo goteará para los de abajo. Competir para ganar ¿quién gana?; vivir peor hoy, para vivir mejor mañana ¿cuándo llega ese dichoso mañana?. El capitalismo, como la religión, sólo ofrece el paraíso en otra vida. A menos, claro, que seas Obispo o, en su caso, un exitoso “emprendedor”.

Tengo la sensación de que FITUR es al turismo lo que la Bolsa a la economía. Una burbuja de intereses políticos y económicos absolutamente ajenos a la realidad cotidiana de la mayoría. Un ritual de protocolos, imágenes y guarismos que crea una ficción de éxito y solvencia pero que nada tienen que ver con mejorar la vida de la gente corriente. Titulares y fotografías que, en su reverso, ocultan la precariedad e insostenibilidad que alimenta las “cifras récord”, las que cada año batimos en una extraña carrera hacia ninguna parte. Durante estos días nos repetirán datos sin contexto, cifras sin alma, y mantras relacionados con las delicias del turismo e, igual que los sacerdotes cantaban misa en latín, ellos lo harán en la lengua del mercado: sin esperar que se les comprenda sino, simple y llanamente, que sigamos consintiendo un modelo que nos hace más pobres y débiles. La cerveza bien servida (con nivel C1 de inglés y/o alemán a ser posible); la habitación bien limpia; los platos bien fregados… pero la nómina bien pequeña y la boca bien cerrada.

Parece absurdo, pero a veces hay que insistir en lo evidente: el éxito de un modelo está en su capacidad para generar bienestar y no en la espectacularidad de sus cifras macroeconómicas. Eso no significa estar en contra del turismo como un todo, sino trabajar por un modelo más diversificado y justo: fomentar otros nichos (y sistemas) de creación de riqueza, al tiempo que se apuesta por otros modelos turísticos más sostenibles y respetuosos tanto con el planeta como con las personas. Un turismo subordinado a los derechos democráticos y no a la inversa, como sucede hoy.

Porque, no lo olvidemos, como empiezan a reclamar algunas plataformas en las Islas Baleares, hartas de la “turistización” de sus calles, sus barrios, sus vidas: “la ciudad es de quien la habita, no de quien la visita.”

Karlos Bernabé
Concejal de Cambiemos Orihuela

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