Aunque ahora reside en Fuengirola, el escritor oriolano José Manuel Ramón lleva a su ciudad metida en el corazón y regresa cada vez que puede, o como en este caso, tiene nueva obra literaria. José Manuel fue fundador de la revista ‘Empireuma’ en el año 1985 y ha colaborado en importantes obras en Alicante o Perpiñán (Francia) y en revistas de Murcia, Barcelona y Sevilla.
Su nuevo libro, ‘La tierra y el cielo’, editado por Ars Poetica, lo presentó en Librería Codex de Orihuela, donde tuvo a nuestra ilustre Ada Soriano como introductora a tan grata velada.
Pregunta. ¿Por qué ha tardado tanto en regresar a Orihuela con nuevo trabajo?
Respuesta: Mi percepción es otra, ya que hace apenas dos años publiqué ‘La senda honda’. Para la poesía no son buenas las prisas, pero es cierto que me hace muy feliz volver a presentar otro libro en mi tierra.
P. Lo hace con un poemario. ¿Cómo define sus poemas? ¿Tiene un estilo propio que haga fácil identificarle?
R. La poesía de esta nueva entrega viene a completar el universo esbozado en ‘Génesis del amanecer’, una plaquette que publiqué en 1988 donde hablaba del origen del universo, las estrellas y planetas, y del origen de la vida. Ahora hablo de la evolución del ser y de la conciencia, de la vida después de la muerte y de la reencarnación. Mi poesía es, bajo este prisma evolutivo, una búsqueda continua jalonada de hallazgos personales. En cuanto al estilo propio, entiendo que sí, (mis amigos así lo confirman). Se forja con muchas lecturas, con conciencia de lo que se quiere hacer pero también con ese algo bello e inesperado que acude cuando se siente convocado por la escritura. La belleza es un bien inmaterial que percibimos individualmente, por eso es tan importante en poesía la figura del lector, que completa y ratifica el acto de comunicación, aunque extensible al resto del arte.
P. ¿Qué aspectos del ser humano o de la naturaleza pretende abarcar con un título tan abierto?
R. En ‘La tierra y el cielo’ hay dos voces claramente diferenciadas. Por un lado están los versos terrenos, donde se recrea una suerte del viaje iniciático del ser humano mediante el símbolo de la montaña sagrada o axis mundi (correspondiéndose con las tres secciones del libro: Cielo, Tierra e Inframundo. Por otro están, a modo oracular, los versos divinos, donde se expresa un sentir diferente. Y por mor de esta dualidad se perfila otra dimensión del ser, a través de una naturaleza suprema e inquebrantable.
P. La poeta oriolana Ada Soriano dice que encuentra cierto paralelismo entre su versos y los de San Juan de la Cruz. ¿Piensa usted lo mismo?
R. Me sorprendió esta afirmación y la elección de versos en que la sustenta. Lo dijo en la acertada presentación que hizo de mi libro. Se refería a que, en ambos, había que volver sobre los versos, tras un primer acercamiento. En este contexto estamos de acuerdo. Hablar de San Juan de la Cruz son palabras mayores: su misticismo alcanzó cotas inconmensurables, valga la expresión: la pureza de lo dicho y no dicho diciendo, esos versos que son alma, vuelo y delicadeza en palabras terrenas, búsqueda de lo trascendente, ansia del amado en lo venidero. Aunque tal como usted dice ¡y tanto que no habría piropo mejor!
P. ¿Qué relación mantiene con Orihuela? ¿Le veremos pronto con nuevo trabajo literario?
R. Empecé a vivir fuera de Orihuela por motivos laborales desde hace años en Murcia, Málaga, Torremolinos, Algeciras y finalmente Fuengirola. Después llegaron pareja e hijos y ya se sabe, donde está tu familia…. Pero mis raíces siguen estando aquí, en Orihuela, madre, hermanos, familiares y amigos. Ahora tengo negocio propio en Málaga y puedo dedicar más tiempo que antes a las humanidades en general (lectura, escritura de poesía y correcciones). Últimamente vengo a Orihuela varias veces al año para ver a mi madre, e intento planificar alguna otra actividad como en este caso, la presentación del libro. Tengo algunas otras cosas acabadas. Este libro integra lo que llamo, entre amigos, la trilogía de la reencarnación. La poesía debe madurar, tomarse su tiempo, debe repensarse y reescribirse despojándola finalmente de lo superfluo. Seguro que nos veremos pronto.
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