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La actividad comercial de la calle Mayor languidece con la falta de inversión y el cierre de locales

«La peatonalización de la calle Mayor hizo que muchos comerciantes que toda la vida habían estado en la calle de La Feria, comenzasen a trasladar sus negocios a una zona más abierta y con muchas más posibilidades».

Con estas palabras comienza el joyero Daniel Correa a recordar los años de bonanza para el comercio oriolano en una calle incluida en la llamada ‘Vuelta a los puentes’, a mediados del pasado siglo.
Cuando la ciudad quedaba reducida a lo que hoy conocemos como el centro histórico, la calle Mayor era la zona más transitada, y congregaba a los comercios que hoy se consideran como «los más tradicionales».

Hasta la década de los 80, la calle Mayor llegó a acoger el mercado de los martes, que alternaba su celebración semestralmente con la barriada de Las Monserratinas.
«Por entonces había vida en la calle, con gente que venía a los antiguos juzgados, había varias oficinas bancarias en la zona y muchos bares en el entorno», según relata Rufo, actual dueño de un comercio centenario como Sombrería El Gavilán.

La calle Mayor de Orihuela acogía en los años 50 numerosos comercios. Como añora Mariano Torres, propietario de un establecimiento de regalos y otro dedicado a la joyería, «toda la calle estaba llena de tiendas y no había un solo bajo vacio, porque cuando se cerraba uno abría otro inmediatamente».
Torres recuerda la importancia que tuvo en Orihuela, y particularmente en esta céntrica calle, el comercio dedicado a la confección, con nombres como Casa Gea, Tejidos Gil, El Pilar, Tejidos Palazón, El Gavilán, Novedades Ocetta, Tejidos Salar, Nieves Peralta, Hijos de Paco, Las Vegas, García Molina o Los Catalanes, entre otros, «unos con medio siglo de vida, pero otros han sido comercios más que centenarios y lo mejor de una ciudad que era capital de la Vega Baja», como invoca Mariano Torres haciendo uso de una gran memoria.

Con la disculpa de no rememorar a todos, a esa lista se sumaban otros nombres que daban muestra de la diversidad de locales comerciales abiertos entonces, como las joyerías de los hermanos Correa, Óptica Peralta, Papelería Sanmartín, Ultramarinos Ricardo Cánovas, La Carmelitana, Regalos Torres, Charín Cebrián, Ferretería Gil Salazar, Singer, «y hasta una peluquería de caballero».

También recuerda aquellos años de esplendor comercial de la calle, Maricarmen Ocetta. Con más de 60 años al frente de una mercería que ha sobrevivido al paso del tiempo, asegura que entonces «era una preciosidad de calle, con el Palacio Episcopal y la Catedral, en un entorno como pocos hay en otras ciudades de España, a donde venían a comprar de toda la comarca».

«Todo eso terminó hace años»
Este somero recordatorio contrasta con la actual imagen de la calle Mayor, con numerosos locales cerrados y, al menos dos, en los que podemos ver en su escaparate el cartel que anuncia «Liquidación por jubilación».
Al reciente cierre de la ferretería de José Luis Gil se le sumará en pocas semanas el de Novedades Ocetta y el establecimiento de regalos ubicado justo enfrente de esta mercería. Pero no serán los únicos, porque la joyería de Daniel Correa se agregará a esa lista de comercios históricos de Orihuela que sucumben al relevo generacional, o que, en algún caso, los descendientes de aquellos emprendedores deciden seguir, pero buscando otro entorno fuera del casco histórico, «porque ahora no es rentable mantener o abrir un comercio aquí, a donde vienen cuatro gatos, en su mayoría vecinos o clientes de toda la vida».

Una calle con pocos vecinos
Uno de los comentarios generalizados de los comerciantes con los que Activa conversó es la progresiva despoblación de la calle Mayor.
Todos coinciden en la falta de un plan para devolver la vitalidad a la zona, y critican a las autoridades locales afirmando que «llevan 25 años hablando mucho, pero hasta ahora han hecho bien poco. Unos y otros la han dejado morir».
Reivindican desde facilidades y ayudas para rehabilitar los viejos inmuebles o derribar y construir nuevos conservando fachadas, hasta una mejor conservación, iluminación y actividades que atraigan visitantes, «porque casi la mitad de estas casas están abandonadas y si no hay gente la calle no tiene vida», como afirma Mariano Torres.
Los hábitos de vida y de compra han llevado a la población a las grandes superficies, con fácil aparcamiento y una gran oferta comercial.
Para enfrentarse a este nuevo panorama, la calle Mayor reclama actuaciones que la modernicen, pero también que resalten su historia, su tradición y la monumentalidad del entorno. Los comerciantes han dado vida a esta calle y están dispuestos a colaborar para recuperarla.


 

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