Enhorabuena, oriolanos. ¡¡Somos los primeros!! ¡Por fin! ¡Ya era hora! Me apetece echar a correr por las calles de Alicante, Elche o Torrevieja emulando a mi admiradísimo Raúl en aquella imagen gloriosa en el Camp Nou cuando, tras un gol suyo, corrió mirando desafiante hacia la grada pidiendo silencio con el dedo índice sobre sus labios. O como aquel brasileño del Barça que hizo algo parecido en el Bernabéu, pero con cortes de manga al público.
¿Dolón, qué dices ahora? ¡Qué calladito estás, Pablo Ruz! Barcala, ¿ha salido listo el alcalde de Orihuela, eh? Que ahora les hemos ganado, señores; que ahora les hemos mojado la oreja; que ahora somos los ‘namberguán’. Que se enteren los ilicitanos y los torrevejenses, los de Almoradí, los de Callosa, Albatera o Cox. Los de Elda. Que se enteren todos ellos y todos los demás: Orihuela es la primera.
El día 2 de mayo, simbólica fecha, me cargaron en mi banco la primera cuota correspondiente a la nueva tasa de las basuras. Como cualquier oriolano, he apoquinado los primeros 101,44 € del total de 202,87 € que vamos a pagar desde ya en concepto de recogida, transferencia y tratamiento de residuos sólidos urbanos, pero permítanme que busque adhesiones, que no haga, por tanto, de esto una causa estrictamente personal y que comparta mi opinión con todo aquel que me honre con la lectura de mis palabras sobre este abuso del gobierno oriolano. Ya si hablamos, por citar algunos ejemplos, de los 294,55 € de los comercios, los 420 euros que van a pagar las industrias con hasta cinco trabajadores, los 685 euros de los bares y cafeterías o los casi dos mil euros que van a pagar los restaurantes, conviene que nos pongamos serios, pues esto tiene de todo menos gracia.
Triplicar el importe de esta tasa ya era un motivo más que suficiente -como así lo hicimos desde el minuto uno- para alzar la voz en contra de la misma mostrando nuestro absoluto rechazo, pero son muchos más los argumentos que fijan nuestra posición. En el espíritu de la directiva europea y de la Ley 7/2022, de 8 de abril, que constituyen el germen de la ordenanza municipal que ahora asfixia a tantos oriolanos, el objetivo principal es el de avanzar hacia una economía circular, reduciendo la generación de residuos y su impacto ambiental, valores que hasta VOX, negacionistas de todo, parecen asumir. También sobresale como concepto importante la idea del pago por generación, o lo que es lo mismo: tanta basura generas, tanto pagas. Pero nada de esto se ha tenido en cuenta en Orihuela para imponer una tasa a todas luces desproporcionada, injusta, incoherente… ¡Y mal tramitada!
Ni más ni menos que en Alicante, capital de la provincia, los importes por vivienda oscilan entre 69,85 € y los 144,94 € anuales en función del tamaño y del valor catastral; en Elche, según categoría de la calle, la tasa marca unos importes entre 55,22 € y 102,90 €; y en Torrevieja, según se ubique la vivienda en el casco o en urbanizaciones, se mueven en una horquilla de 80,42 € hasta 131,88 €. Sin embargo, en Orihuela, tabla rasa: todos lo mismo. Da igual que vivas en la Media Legua, la avenida de España, Colinas, Campoamor o San Antón. Nos interesan estas referencias por la envergadura de estos municipios y por las similitudes que guardan con nuestra querida Orihuela, aunque podríamos ir uno a uno de norte a sur de la provincia para que vean que lo de aquí es un auténtico sinsentido.
Para quien quiera comprarle a Vegara o Mestre, que bien podrían ser la versión oriolana de dos de los hermanos Dalton, el discurso barato de que la culpa es de Pedro Sánchez, conviene explicarle que en las tres ciudades más pobladas de la provincia de Alicante gobierna el Partido Popular y que, curiosamente, por el simple hecho de ser ciudades españolas tienen al propio Pedro Sánchez como presidente del gobierno. Mismo presidente, tasa mucho más baja. Como broma está bien, ¡pero no engañen a la gente, por favor!
¿Tiene que pagar lo mismo el propietario de una segunda residencia por una vivienda que solo usa en vacaciones que por su residencia habitual? ¿Genera los mismos residuos una casa donde una persona que vive sola que una casa habitada por una familia numerosa? ¿Es igual la economía del propietario de un chalet de varios ceros que la del dueño de una humilde casa en una zona degradada? ¿Es justo que nos hagan pagar el triple sin que el servicio se haya puesto en marcha? ¿Cuándo va a ponerse en marcha este servicio a través de la sociedad municipal? ¿Va a devolverle Vegara a los oriolanos parte de su dinero por el supuesto ahorro de más de 600.000 euros con el cambio de forma de gestión de las basuras? ¿Cómo se van a agilizar los procedimientos de contratación si una sociedad municipal, igual que el ayuntamiento, se rige por la Ley de Contratos del Sector Público? ¿Qué currículum adorna a Dámaso Aparicio para ser jefe de todo este tinglado a cambio de más de cien mil euros al año? ¿Y se fían de él? Las respuestas parecen claras.
Como buenos cristianos que aparentamos ser, en Orihuela somos desde hace años reos voluntarios de mentirosos y estafadores profesionales, viles e ignorantes políticos pertenecientes a una dinastía que, aunque no lo sabe –o sí, pero lo disimulan- siente desprecio por sus vecinos, por eso los maltratan sin el más mínimo rubor convencidos de que, con 202 euros menos pero barriga llena mediante, les volverán a apoyar en las urnas como cada cuatro años. Porque esa es la tragedia… O no, pues en la esencia de la verdadera fe está el pecado –que de eso aquí sabemos mucho-, y ya saben que mi añorado papa Francisco siempre defendió que todos somos hijos de Dios. También los que mienten. También los zascandiles y tragaldabas. También los que confunden la estulticia con osadía. También Vegara y Mestre.
Curiosa coincidencia, otro 2 de mayo, de 1808 en este caso, los madrileños se levantaron contra la ocupación francesa, encendiendo la mecha de la guerra de la independencia española. Siguiendo ese ejemplo de rebeldía y de unión frente a la amenaza, diez días después de haber sufrido este insultante robo, ya somos más de cien –y muchos más los que vienen- los oriolanos que hemos reclamado ante el ayuntamiento de Orihuela para mostrar nuestro rechazo a una tasa que nos convierte, para mal, en líderes de algo.
Asumiendo sin resignación que hasta el peor de los pecadores tiene en esta bendita ciudad las puertas del cielo abiertas, no nos queda otra opción que seguir en guardia. Ya verán: después de las basuras –me juego el pescuezo-, viene el catastrazo.
Debería ser San Pedro un poquito más exigente. Debería también subir ese listón el votante oriolano. Esa extraña conexión de lo divino y lo humano. Ya saben: habemus Papam, pagamus tasam.