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A D. Tomás Sáez, Caballero Cubierto el día del Santo Entierro 2016

Sois mis amigos de la niñez, mis compañeros de juegos, mis compañeros de colegio. Ahora, vosotros sois parte de la historia de mi pueblo. Habéis marcado con vuestras voces cada puerta, cada balcón, cada pared, cada calle. Vuestras voces resonarán para siempre en cualquier rincón de mi bella y querida ciudad. Da igual la época del año, da igual la hora del día o de la noche. Entre las grietas de los ladrillos de cada muro se podrá oír vuestro canto.

No habrá otro sitio igual, donde se pueda recordar, con un desgarrado llanto, el recuerdo de una injusta muerte. Solo hay una muerte que se recuerde cada año por los siglos de los siglos. “Sabed que vuestra pasión es la mía”. “Sabed que su pasión es la nuestra”. Nunca unas lágrimas fueron tan hermosas y una sangre tan querida. Notar como el corazón cambia su ritmo porque la emoción le supera.

Seguiros a cualquier lugar, subiendo la sierra a oscuras, de una plaza a otra, la imagen del Cristo crucificado nos guía. Poder encontrarlo de nuevo, volver a cantar a su paso, esto no se puede repetir en ningún lugar del mundo. Está ciudad está hecha para eso y vosotros hechos para esta ciudad.

Otros vendrán a imitar un llanto, una muerte, pero jamás se podrá igualar. El crucificado os guarda en su esencia y os alimenta cada año a mantener su pasión como si fuera vuestra.

Gracias Orihuela, gracias. Se puede nacer en muchos lugares, se puede vivir en lugares remotos, se puede viajar y conocer, pero el que nació en Orihuela y se fue, siempre llevará en su sangre, corriendo en sus venas, un canto estridente y desgarrado que le pedirá a Dios que si ha de morir lo haga en sus calles, en sus plazas o en cualquiera de sus hermosos lugares.

Hoy, vosotros me habéis devuelto parte de mi vida perdida. Por mi mente han pasado recuerdos olvidados. Al oír vuestras voces he recordado mi niñez, he recordado mi juventud. Me han vuelto imágenes de seres queridos que ahora ya no están, pero que también ocuparon un lugar en nuestras vidas. Ellos que formaron parte de la tradición y que nos la transmitieron para continuarla. He visto a vuestros padres, he visto a vuestros hermanos. He visto a personas que para mí fueron personajes, al igual que he visto gigantes de mi niñez, que a pesar de su edad siguen siendo gigantes en mi madurez.

He recordado hombres y mujeres que ya no están, que permanecen en mi memoria pero que la historia parece haberlas olvidado… ¡Perdonadme pero tengo que parar!… Lloro, lloro desconsolado por su recuerdo. Me viene a la mente “María la Carrisa”, cojitranca, no dejaba de ponerse la peina y salir a alumbrar. Recuerdo al “Rosas” que con su acromegalia y su silla de ruedas quería seguir cantando en la “Pasión”, subir a “Santiago” y agradecer con su canto el sufrimiento del Señor.

Lloro y no dejaré de llorar por ellos, por los olvidados, los que inspiraron mi vida hacia la bondad, hacia el prójimo y su necesidad.

Gracias abuelos, gracias padres por haber elegido este lugar. Gracias amigos por destapar el tarro de mis sentimientos. Ya lo echaba de menos. Aunque los guardaba como tesoro, he necesitado volver. Volver y vivir a vuestro lado para poder llorar. Os quiero a todos, todos los que sin interés hacéis grande la emoción de ser de este privilegiado lugar.

Tarea difícil decir quién sois y como sois. Difícil con palabras describir todas la emociones que lleváis dentro y las que llegáis a sacar de los demás.

Si Puccini hubiera imaginado que su música acompañaría a la imagen de Cristo, no le hubiera llamado “Tosca” sino “Excelsa”. Y… excelsos sois oriolanos. Magnos e Ilustres en tradición.

Gracias Tomás por tomar el relevo del que mi abuelo “D. Manuel” tuvo el honor de ser. Hombres de este pueblo y para su pueblo. Si en la calle del “Molino” me parecías un gigante, hoy, me pareces enorme. Envidio vuestro privilegio. Llegar hasta aquí no ha sido sencillo. Por eso yo te doy lo único que tengo que es mi agradecimiento. Ser doblemente parte de mi historia y de la historia de mi pueblo no es fácil de conseguir.

Solo unos cuantos han estado destinados a una tercera vez, y a pesar que mayor honor no cabe, se habrá de inventar un algo para que los grandes perduren para siempre.

Gracias Tomás Sáez…  Gracias Orihuela.

 

Manuel Gómez-Pardo III

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