Una historia “tierna y salvaje“, así describe Aaron Sáez la que es su segunda novela, Sólo para fans, producto de la creatividad efervescente y la necesidad imperiosa de invitar al lector a la reflexión. Mediante un viaje propio de autocrítica y conocimiento personal, Sáez afirma que escribe como terapia social, para curar la ignorancia colectiva, pero también para ofrecerse a sí mismo la oportunidad de explorar nuevos caminos que le obliguen a no dar nunca nada por sentado y a cuestionarse constantemente cómo se ha de sobrevivir en un mundo cada vez menos analítico.
Músico, compositor y escritor, Sáez es ampliamente conocido por ser integrante de uno de los grupos más coloridos del panorama pop de nuestro país: Varry Brava. Además, es mitad del dúo de DJs NeoverbeNeo, creador de Carey y ha escrito para diversos medios de comunicación. Su trabajo habita el cruce entre lo popular y lo poético, entre el archivo y el presente, con una voz que busca pensar el mundo a través de la emoción y la forma.
—Pregunta: ¿Qué se va a encontrar el lector tras las páginas de Sólo para fans?
—Respuesta: Sólo para fans es una historia que tiene que ver con una chica que en una determinada situación económica de precariedad decide entrar en el mundo de OnlyFans y en otras páginas de suscripción de contenido para adultos. El lector va a descubrir, por un lado, a ese personaje, y, por otro, a un personaje masculino, que hace el contrapeso para mostrar lo que es la parte del deseo masculino, así como del deseo como sistema.
La novela habla es del deseo, la soledad, la precariedad económica y de una generación que creo que determinando un poquito por cómo funcionan las redes y por cómo estamos viviendo en un en un estado digital tiene que buscarse la vida de diversas maneras.
—¿De dónde nace la idea de esta novela?
—Sobre todo viene de la inquietud surgida tras mantener múltiples conversaciones sobre este tema y darme cuenta de que siempre la primera reacción, tanto de hombres como de mujeres era cuestionar la decisión de las mujeres que deciden ingresar en este tipo de páginas y degradarlas con respecto al resto. Pensaba mucho en cómo estamos culpando a alguien que está haciendo algo, pero no estamos viendo cómo nosotros damos marco a que se cree algo así y de cómo los hombres somos el deseo que mueve eso. Me parece muy curioso que en un tema tan candente y tan actual la culpa todavía recayera en las personas que lo hacen.
—¿Cree que hay mayor crítica por el hecho de que sean mayoritariamente mujeres las que decidan ganar dinero a través de estas páginas?
—Totalmente. Todo lo que se ve desde hace unos años en las redes sociales es que los hombres se han convertido, o deben convertirse, en “criptobros“, generadores de dinero multimillonarios, y, en cambio, las mujeres lo que hacen es vender su cuerpo. En 5.000 años, ¿qué poquito hemos cambiado, no? Hay un gran problema y es que bajo la pátina del mundo moderno digital vendemos un ideal que te dice que debes usar tu libertad para hacer lo que quieras con tu cuerpo. Sin embargo, yo con mi cuerpo como hombre voy a ser millonario y voy a ponerme guapo en el gimnasio y tú con tu libertad mujer, vas a vender tu cuerpo. Son libertades distintas. Libertades un poco perversas.
—¿Limitaría o restringiría el uso de estas páginas?
—Yo jamás prohibiría OnlyFans ni ninguna página por el estilo, pero si intentaría ver cómo se ha llegado hasta eso. Es decir, no creo que que prohibir ese tipo de de práctica sea la solución, pero sí me gustaría que se generara cierto debate sobre qué nos parecen estos comportamientos y por qué y dónde nos llevan esas frases de que somos totalmente libres para hacer lo que queramos. Me parece bien que seamos libres, pero también una sociedad vive de ponerse ciertas normas entre nosotros en las que decidimos aprender a a convivir y las normas, por definición, también tienen que tener un coto y tienen que delimitar algo.
—¿Considera que esa ultralibertad y ultranaturalidad está afectando a los jóvenes hoy en día?
—Así es. Creo que hay que hablar mucho con niños y adolescentes para analizar cuál es su realidad. Yo soy una generación que es mitad analógica y mitad digital. Por un lado, mi relación con el despertar sexual era analógico. Igual un día detrás de un kiosco veías un trozo de revista porno y poco más. Esto hacía que el descubrimiento fuera muy paulatino. No sé si mejor o peor, pero sí que era menos radical y creo que tú ibas creciendo de alguna forma también con esos descubrimientos.
Ahora están abocados a una realidad salvaje desde que nacen. Hay estudios que dicen que con 8 años tienes ya tu primera tu primer contacto con el porno y con el sexo en en internet. Creo que todo tiene que ver con haber nacido ya un entorno en el que todo el rato te dicen que tienes que venderte a ti mismo como un proyecto, como un producto en redes y eso también hace que el paso de un TikTok a un OnlyFan sea tan sencillo. Esto es algo que en la novela se describe muy bien, enseñando cómo no es un paso grandioso, simplemente es registrarte en una web y listo.
—Bajo su punto de vista, ¿hay diferencia entre la prostitución y generar contenido en estas webs?
—Considero que tanto a las personas que ofrecen este servicio como a las que lo consumen les beneficia pensar que no son prostitutas y que, por lo tanto, tienen más derecho a hacerlo que una prostitución. Yo encuentro muchos puntos en común, por ejemplo, en la interacción es real que se produce entre consumidor y la persona que ofrece el servicio. Tú puedes mandarle mensajes para que sus consoladores vibren, puedes escribirles por chat para que te contesten, hacerles peticiones… De algún modo, hay una venta de intimidad todavía más grande que en la pornografía.
—¿En ese cambio en la percepción de la autoimagen han influido de manera negativa las redes sociales?
—Desde luego, ahora somos muy conscientes todo el rato de nuestra imagen. El otro día decía un filósofo que nunca ha habido ninguna generación que se haya visto tanto la cara. Antes te podías ver un espejo o en una foto, pero nosotros estamos constantemente viéndonos la cara, el cuerpo, cómo envejecemos… Habrá que ver dentro unos años cómo eso afecta a nuestra forma de envejecer y a nuestra salud mental en la vejez porque ya nos hemos acostumbrado a estar todo el rato a ponernos filtros, a buscar likes, a hacer preguntas a la gente en los stories y a tener una interacción digital con el mundo que no está en el mundo real.
—¿Piensa que se puede hacer algo más desde las instituciones públicas para atajar esta problemática?
—En los últimos años, hemos abandonado ciertos conceptos que eran muy seguros como el del Estado, el Ayuntamiento, la familia, el colegio… ciertos estamentos en los que vivíamos de forma real y que ahora ya no los percibimos como tan reales. Creo que hay que entender la magnitud del mundo digital porque estamos viviendo ahí a muchos niveles (laboral, emocional, sexual…). Estamos jugando con esas normas y no parece que vaya a haber un cambio en eso, por ello creo que, además de poner el foco en la educación, somos nosotros mismos los que tenemos que volver a encontrar espacios para para hablar, para debatir, para juntarnos, etc, porque detecto que la sociedad cada vez está más necesitada de ello.
—Habla de introspección, crítica y debate, ¿era el objetivo que buscaba escribiendo esta novela?
—Con este libro me he marcado varias metas. Por un lado, a nivel personal era escribir sobre cosas que no tengo claras, sobre aquello que me hace dudar en muchos momentos o que me llevan a sitios grises de mis pensamientos y de la gente con la que hablo. Para mí, plasmarlo en papel es parte de ese camino de seguir pensando y de seguir incluso cambiándome a mí mismo. Creo que no soy el mismo a muchos niveles que cuando empecé a escribirla.
Por otro lado, también me gustaría exportar esa reflexión a los lectores. El mero hecho de que se hable de estas cosas para mí es un gran logro, ya que da pie a sacar temas a raíz de distintas opiniones y vivencias personales. Mi objetivo principal es que le demos una pensada y que no nos quedemos en la superficie de un tema que está totalmente de actualidad.